En su elogio de los antepasados, Ben Sira el Eclesiástico, traza un perfil de Samuel en doce versos. Leemos:
46,13 consagrado como profeta del Señor,
Samuel, juez y sacerdote.
Sacerdote, porque ofrecía sacrificios. Juez, de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar, por traspaso a los hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la palabra de Dios. Hch 13,20s lo llama profeta; Heb 11,32 lo coloca en su lista entre los Jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: Nebi Samwil. ¿No es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario