jueves, 25 de enero de 2018

1 Y 2 SAMUEL. INTRODUCCIÓN. SAMUEL.

En su elogio de los antepasados, Ben Sira el Eclesiástico, traza un perfil de Samuel en doce versos. Leemos:

46,13 consagrado como profeta del Señor,
          Samuel, juez y sacerdote.

Sacerdote, porque ofrecía sacrificios. Juez, de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar, por traspaso a los hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la palabra de Dios. Hch 13,20s lo llama profeta; Heb 11,32 lo coloca en su lista entre los Jueces y David.

Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: Nebi Samwil. ¿No es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

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