jueves, 25 de enero de 2018

1 SAMUEL. CAPÍTULO 24.

Saúl y David, en la cueva


241David subió allí y se instaló en los riscos de Engadí*. 2Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le avisaron:

-David está en el páramo de Engadí.
3Entonces Saúl, con tres mil soldados de todo Israel, marchó en busca de David y su gente, hacia las Surê Hayelim*; 4llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, donde había una cueva, y entró a hacer sus necesidades.
David y los suyos estaban en lo más hondo de la cueva*, 5ªy le dijeron a David sus hombres:
-Este es el día del que te dijo el Señor: <<Yo te entrego tu enemigo. Haz con él lo que quieras>>.
7Pero él les respondió:
-¡Dios me libre de hacer eso a mi señor, el ungido del Señor, extender la mano contraél! ¡Es el ungido del Señor!
8ªY les prohibió enérgicamente echarse contra Saúl; 5b pero él se levantó sin meter ruido y le cortó a Saúl el borde del manto; 6aunque más tarde le remordió la conciencia por haberle cortado a Saúl el borde del manto.
8b Cuando Saúl se levantó salió de la cueva y siguió su camino, 9David se levantó, salió de la cueva detrás de Saúl y le gritó:
-¡Majestad!
Saúl se volvió a ver, y David se postró en tierra, rindiéndole vasallaje. 10Le dijo:
-¿Por qué haces caso a lo que dice la gente, que David anda buscando tu rina? 11Mira, lo estás viendo hoy con tus propios ojos: el Señor te había puesto en mi poder dentro de la cueva; me dijeron que te matara, pero te respeté, y dije que no extendería la mano contra mi señor, porque eres el ungido del Señor. 12Padre mío, mira en mi mano el borde de tu manto; si te corté el borde del manto y no te maté, ya ves que mis manos no están manchadas de maldad, ni de traición, ni de ofensa contra ti, mientras que tú me acechas para matarme. 13Que el Señor sea nuestro juez. Y que él me vengue de ti. 14Como dice el viejo refrán: <<La maldad sale de los malos...>>, mi mano no se alzará contra ti. 15¿Tras de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién vas persiguiendo? ¡A un perro muerto, a una pulga! 16El Señor sea juez y sentencie nuestro pleito, vea y defienda mi causa, librándome de tu mano.
17Cuando David terminó de decir esto a Saúl, Saúl exclamó:
-Pero ¿es ésta tu voz, David, hijo mío?
18Luego levantó la voz llorando, mientras decía a David:
-¡Tú eres inocente y no yo! Porque tú me has pagado con bienes y yo te he pagado con males, 19y hoy me has hecho el favor más grande, pues el Señor me entregó a ti y tú no me mataste. 20Porque si uno encuentra a su enemigo, ¿lo deja marchar por las buenas? ¡El Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo! 21Ahora, mira, sé que tú serás rey y que el reino de Israel se consolidará en tu mano. 22Pues bien, júrame por el Señor que no aniquilarás mi descendencia, que no borrarás mi apellido.
23David se lo juró. Saúl volivó a casa y David y su gente subieron a los riscos.


Explicación.



24,1 Siguiendo hacia levante se llega al oasis de Engadi (Fuentelchivo), cerca del Mar Muerto. El autor supone que Saúl ha terminado su campaña contra los filisteos y puede continuar la persecución de su rival interno. Pero el episodio es autónomo y contiene algunos rasgos inverosímiles, de sabor legendario.


* = Fuentelchivo.

24,3 Es una leva de todo Israel, porque el asunto concierne a todo el pueblo, no sólo a las tribus de Benjamín (Saúl) y Judá (David).

24,3 * = Peña de los Rebecos.

24,4 Seguimos en paisaje animal: chivo, rebecos, ovejas; sitio ventajoso para el pastor David. Nos parece escuchar una risa contenida del autor al presentar a Saúl inerme, agachado en una cueva.

* Del v. 5 al v. 9 el orden está alterado.

24,5-8 Los compañeros parecen citar un oráculo en favor de David, aplicándolo al momento presente; él corrige el sentido, porque en la lista de los enemigos no puede entrar el rey, que por la unción es sagrado e intocable. La mirada prospectiva al futuro remordimiento da a la narración un carácter de recuerdo personal, con un esbozo de análisis psicológico.

24,7 1 Sm 9,16.

24,10-16 El discurso de David tiene carácter judicial de rib o pleito bilateral, con apelación última a Dios juez. David y Saúl están en relación mutua de vasallo y soberano y también de parientes: el título "padre mío" cubre ambos aspectos.

En esa relación, que ha de ser de justicia y lealtad, David ha demostrado que él cumple su deber; el borde del manto es una prueba judicial. Por tanto, la persecución de Saúl no tiene justificación, es una ruptura arbitraria e injusta de los compromisos. David ha ganado el pleito obrando con generosidad (San Pablo aconsejará: "Vence el mal a fuerza de bien" Rom 12-21). Esta evidencia basta para rebatir el falso testimonio de otros. Mientras "maldad" es genérico, "traición y ofensa" son delitos específicos. La venganza que invoca David es un acto de la justicia vindicativa: él puede acusar a Saúl y probar la acusación, no tiene derecho a condenar ni a ejecutar la sentencia.

El texto de la parte final es muy rítmico. El contraste "rey de Israel", "perro muerto, pulga" quiere mostrar lo absurdo de la situación; pero no va de acuerdo con el canto de las mozas: "Saúl a mil, David a diez mil". La invocación final completa el proceso: en principio Saúl tendría autoridad para juzgar, sentenciar y ejecutar a un súbdito; apelando al Señor, David sustrae su causa a la competencia del rey, queda exento de una posible causa criminal. Y como el Señor defiende la causa del perseguido, Saúl entra en pleito perdido con el Señor.

24,13 Jr 20,12.

24,17-22 Dice el proverbio: "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber; así le sacarás los colores" (Prov 25,21-22) Saúl reconoce lo justo del planteamiento y las razones del adversario. Saúl comienza a hablar bajo el choque de sentir que ha estado a un paso de la muerte; su llanto es mezcla de terror y arrepentimiento. Al reconocerse culpable, la causa está terminada, y no hace falta apelar al Señor juez; mejor invocar al Señor benefactor, que igualará con sus beneficios el desequilibrio de mal y bien causado por el rey. Saúl, que se ha librado de la venganza de David, quiere librarse también de la temible venganza de Dios; para ello invoca al Señor a favor de su rival y pide a éste un juramento que contrarreste la apelación del v. 14.

El autor va más lejos y aprovecha el momento para poner en boca de Saúl un acto de homenaje anticipado al futuro rey de Israel; lo decía Jonatán en 22,17. El juramento de David incluye mentalmente a su amigo Jonatán.

24,18 Gn 38,26; Prov 25,22.

24,23 Los dos se separan. David no es invitado ni vuelve a la corte. Para el autor es sólo una tregua, que va a llenar con un episodio menos dramático.

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