jueves, 25 de enero de 2018

1 Y 2 SAMUEL. INTRODUCCIÓN. PRO Y CONTRA.

Explicita e implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Así pues, los conservadores consideran la monarquía una veleidad del pueblo, desconfiado, desleal a su Dios, deseoso de imitar a pueblos vecinos. Cierto, Moab, Amón, Edom, Fenicia han tenido reyes antes que Israel; por no hablar de los innumerables reyes cananeos, especie de alcaldes o gobernadores de pequeñas ciudades estado. Frente a tal deseo reacciona Samuel defendiendo la soberanía del Señor y acusando al pueblo (véase cap.8).

Los otros miran la monarquía como innovación providencial, querida por Dios para enderezar por vías nuevas la historia de su pueblo. Respecto a los jueces, el rey aporta dos novedades: unificación del poder y el principio dinástico. Lo primero es una necesidad, comprobada por acontecimientos recientes (cfr Jue 17-21). Lo segundo es garantía de continuidad: ¿por qué va a ser un atentado contra la soberanía del Señor?

Sin enunciarlo como teoría, el libro nos lo hace comprender contando. El primer rey fracasa, el segundo triunfa. Es el contraste que ocupa gran parte de esta obra. La tribu de Efraín aporta el primer profeta, la de Benjamín el primer rey, la de Judá el segundo y la dinastía duradera.

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